Atrás dejábamos nuestras vidas por un tiempo, como un impermeable que se saca uno en Ezeiza para colocárselo recién a la vuelta cosa que sucederá dentro de doce días.
En Nairobi dormimos en el viejo Hotel Stanley, recuerdo de los tiempos en que Kenya fuera colonia británica. Está mantenido en excelente estado hasta hoy.
Comimos al lado mismo del hotel donde pasaríamos nuestra primera noche en África.
En la farmacia también contigua al hotel compramos las pastillas contra la malaria que empezamos a tomar inmediatamente. Nunca desde ése momento nos acordamos de haberlas tomado a pesar de los anuncios de malestares que nunca llegaron. Hicimos bien en aceptar los consejos médicos de comprarlas en África.
| En el lobby del hotel Stanley en Nairobi |
Nairobi es la capital y mayor ciudad de Kenya. El nombre Nairobi proviene de la frase masái Enkare Nyoroby, que significa "el lugar de aguas frescas". No obstante, es conocida popularmente como la "Ciudad Verde en el Sol".
Fundada en 1899, la ciudad recibió el estatus de capital en1905, reemplazando a la ciudad de Mombasa. Nairobi además es la capital de
Nairobi es la ciudad más poblada de África Oriental, con una población urbana estimada de entre 3 y 4 millones. De acuerdo con el Censo de 2010, en el área administrativa de Nairobi, vivían 3.138.369 habitantes dentro de 684 km². Actualmente es la cuarta ciudad más grande de África. Wikipedia.
A la mañana siguiente nos esperaba en el aeropuerto local un Cesna 208 B. Su piloto, Miracu.
Alejandra volaría en el lugar del copiloto.
Las demás nos acomodamos muy bien en el avión de doce plazas.
En la bodega viajaron las valijas que llevan lo necesario para los safaris y los equipos fotográficos los cargaron adentro, ideal para poder sacar fotos desde el aire.
El resto del equipaje queda en las oficinas de Nairobi. Allí está la ropa que necesitaremos dentro de unos días para hacer vida de playa.
El resto del equipaje queda en las oficinas de Nairobi. Allí está la ropa que necesitaremos dentro de unos días para hacer vida de playa.
Primero volamos sobre Nairobi, una ciudad baja y extendida. Al alejarnos distinguimos desde el aire casas grandes y un rato más tarde pequeños corrales de encierre de forma circular en lo que parece ser el medio de la nada. No consigo distinguir el tipo de animales pero supongo que serán bovinos, ovinos y cabras. A ratos nos metemos entre nubes blancas que cada tanto se despejan para dejarnos ver el paisaje.
Absorta mirando abajo y escribiendo mis notas se me pasa el tiempo, no sé qué hora será pero ya se empieza a ver con claridad el río Mara como una gigantesca serpiente verde en medio de la tierra marrón.
Allá se ve una construcción circular con techo de paja y un poquito más lejos una construcción de piedra. El avión está listo para aterrizar. Bajamos llenas de sorpresa, todo lo que nos rodea es novedoso.
Un soldado con un arma larga parece desinteresado del movimiento del pequeño aeródromo con pista de tierra. Un grupo de camionetas preparadas para los safaris están cerca de las que pienso son las nuestras. Algunos conductores visten ropas Masai.
Apenas llegamos y se acercan a nosotros tres morenos sonrientes que nos saludan sonrientes. Son nuestros guías que enseguida estarán cargando el equipaje para empezar el safari que será el bautismo de tierra africana para todas nosotras.
Todas necesitamos ir al baño, todavía tenemos temor de necesitar parar en el medio de la sabana y no nos hace ninguna gracia lleno como está de animales. Por suerte hay uno en muy buen estado.
Una vez en marcha andamos entre rebaños mansos de gacelas, topis -o tamariscos-, nos acercamos a unos matorrales donde descansan sin inmutarse con nuestra presencia un grupo de leonas jóvenes.
Y vamos yendo por la sabana hacia el campamento donde nos esperan hoy por la tarde. No nos alcanzan los ojos para mirar tamaña maravilla.
Click, click- ó -correte un poquito a la derecha para poder sacar ésa foto- es lo único que se escucha. Y los sonidos de África. El silencio.

Las acacias solitarias nos hechizan. Sus figuras estiradas hacia el cielo y alguna cebra que se proteje bajo su sombra y click, click hacen nuestras máquinas ávidas de todo.
Ya sabemos los nombres de los morenos que nos acompañan. Dennis es el guía que pasa de una camioneta a otra en cada safari porque le encanta contarnos todo lo que sabe sobre los animales y sobre las tierras que vamos recorriendo.
Kuria y Maira son los choferes pero también les gusta que se los llame guías. Kuria que es el que maneja la camioneta en la que viajo es un entusiasta de lo que hace y tiene una natural buena disposición.
Con excepción de las más jóvenes nos dicen a todas mama, pero un maaama gordo que nos da un aire maternal.
A medida que avanzamos empiezo a diferenciar a las gacelas de los impalas. Los topis más parecidos a un ciervo son fácilmente reconocibles. Los gnues pastan tranquilamente por millares.
Alguna hiena solitaria cruza frente a nosotras el camino de tierra.
Los pájaros son una curiosidad, se pueden ver algunos dando fin a una osamenta por la que otros carroñeros han pasado ya. Kuri me explica que es una carraca. Los grandes pájaros que vemos ahora tan de cerca son buitres egipcios a los que llaman Marabú.
La presencia de las cebras es parte importante del paisaje, se las ve reunidas en manadas grandes comiendo los verdes pastos de las praderas que parecen haber recibido lluvia suficiente.
Una cebra amamanta a su cría que parece haber llegado ya a la edad del destete. Nos apuramos a fotografiarla mientras las camionetas traquetean en dirección al río Mara (llanura manchada) donde almorzaremos.Nos acercamos al río, al lado de una gigantesca acacia una pareja de turistas almuerza al refugio de su sombra. En la orilla opuesta descansa un colosal cocodrilo seguramente después de una panzada que lo mantendrá bien alimentado por varios meses, se confunde fácilmente con un tronco... Cuando mis ojos empiezan a aprender a mirar veo varios más. Nada los perturba. Nosotras vamos bajando de las camionetas para almorzar.

Después de almorzar seguimos andando al lado del río donde una manada de hipopótamos descansa, algunos al borde del agua y otros apenas asoman las cabezas en medio de una corriente fortísima.
..Tanto había oído hablar de las carpas y finalmente ahí las tenía frente a mí, apoyadas sobre una base de material y una vez adentro me sorprendió el piso de madera del ambiente dedicado al cuarto. El baño con piso cerámico tiene todo el confort necesario. El techo y las paredes de lona dejan escuchar los sonidos de la selva, se escucha el rumor del río cercano...
La comida fue deliciosa. La atención imposible mejor. Mozos, cocineros y todo el personal con actitud servicial pero con sencillez nos hacen sentir en casa.
La tienda del hotel repleta de objetos autóctonos la atiende un Masai con su vestimenta tradicional. Son ellos los únicos dueños de la tierra que pisamos y ellos quienes otorgan los derechos de uso de los campamentos que consecionan por tiempos determinados.
Nos dormimos escuchando a lo lejos el rugido de los leones. Caímos como piedras.
Por la mañana de nuestro primer día en el Leisure Camp después de tomar un desayuno completísimo lleno de sabores de frutas exóticas y panes deliciosos aprontamos nuestros equipos para visitar una reserva Masai que está muy cerca del campamento, nadie se hizo esperar. La mañana era deliciosa. El camino de tierra muy maltrecho por el agua que corre como ríos en algunas épocas del año además del paso constante de las camionetas.
En la aldea Masai
Para poder entrar a ver cómo transcurre la vida en una aldea Masai es necesario regatear con el jefe, es un joven guerrero y exigen unos pesos más de lo que esperábamos, pero nada que Virginia no pudiera arreglar con su simpatía y firmeza.
La contextura de ésta gente es longilínea y son muy altos. Son capaces de caminar muchas horas sin cansarse y han desarrollado también la habilidad de saltar muy alto. Son muy jóvenes y alegres y disfrutaban luciéndose ante el asombro de los visitantes.
Sin duda la naturaleza de ésa zona, con arbustos en abundancia nos introdujo en una nueva forma de vida salvaje donde los elefantes y las jirafas dominan el paisaje. Dentro de las camionetas nos divertíamos a morir, cada una ocupaba el sitio que tomara desde el primer día. Kuria y Maira son los choferes pero también les gusta que se los llame guías. Kuria que es el que maneja la camioneta en la que viajo es un entusiasta de lo que hace y tiene una natural buena disposición.
Con excepción de las más jóvenes nos dicen a todas mama, pero un maaama gordo que nos da un aire maternal.
A medida que avanzamos empiezo a diferenciar a las gacelas de los impalas. Los topis más parecidos a un ciervo son fácilmente reconocibles. Los gnues pastan tranquilamente por millares.
Alguna hiena solitaria cruza frente a nosotras el camino de tierra.
Los pájaros son una curiosidad, se pueden ver algunos dando fin a una osamenta por la que otros carroñeros han pasado ya. Kuri me explica que es una carraca. Los grandes pájaros que vemos ahora tan de cerca son buitres egipcios a los que llaman Marabú.
La presencia de las cebras es parte importante del paisaje, se las ve reunidas en manadas grandes comiendo los verdes pastos de las praderas que parecen haber recibido lluvia suficiente.
Una cebra amamanta a su cría que parece haber llegado ya a la edad del destete. Nos apuramos a fotografiarla mientras las camionetas traquetean en dirección al río Mara (llanura manchada) donde almorzaremos.Nos acercamos al río, al lado de una gigantesca acacia una pareja de turistas almuerza al refugio de su sombra. En la orilla opuesta descansa un colosal cocodrilo seguramente después de una panzada que lo mantendrá bien alimentado por varios meses, se confunde fácilmente con un tronco... Cuando mis ojos empiezan a aprender a mirar veo varios más. Nada los perturba. Nosotras vamos bajando de las camionetas para almorzar.
Después de almorzar seguimos andando al lado del río donde una manada de hipopótamos descansa, algunos al borde del agua y otros apenas asoman las cabezas en medio de una corriente fortísima.
Dejamos el río al oeste y las inconfundibles siluetas de una manada de elefantes en el horizonte nos sorprenden y allá vamos, acercándonos todo lo posible al pacífico grupo de hembras con crías jóvenes. La tarde es excitante por donde se la mire.
En el Leisure Camp
Finalmente después de la experiencia fabulosa de entrar de lleno en la vida salvaje de la sabana llegamos al Leisure Camp. Un grupo de empleados muy jóvenes nos recibieron con cordialidad.
Ruth de sonrisa blanquísima nos dio la bienvenida y varios Masai llevaron nuestros bártulos a las carpas algo distantes de la casa principal.
En el Leisure Camp
Finalmente después de la experiencia fabulosa de entrar de lleno en la vida salvaje de la sabana llegamos al Leisure Camp. Un grupo de empleados muy jóvenes nos recibieron con cordialidad.
Ruth de sonrisa blanquísima nos dio la bienvenida y varios Masai llevaron nuestros bártulos a las carpas algo distantes de la casa principal.
..Tanto había oído hablar de las carpas y finalmente ahí las tenía frente a mí, apoyadas sobre una base de material y una vez adentro me sorprendió el piso de madera del ambiente dedicado al cuarto. El baño con piso cerámico tiene todo el confort necesario. El techo y las paredes de lona dejan escuchar los sonidos de la selva, se escucha el rumor del río cercano...La comida fue deliciosa. La atención imposible mejor. Mozos, cocineros y todo el personal con actitud servicial pero con sencillez nos hacen sentir en casa.
La tienda del hotel repleta de objetos autóctonos la atiende un Masai con su vestimenta tradicional. Son ellos los únicos dueños de la tierra que pisamos y ellos quienes otorgan los derechos de uso de los campamentos que consecionan por tiempos determinados.
Nos dormimos escuchando a lo lejos el rugido de los leones. Caímos como piedras.
Por la mañana de nuestro primer día en el Leisure Camp después de tomar un desayuno completísimo lleno de sabores de frutas exóticas y panes deliciosos aprontamos nuestros equipos para visitar una reserva Masai que está muy cerca del campamento, nadie se hizo esperar. La mañana era deliciosa. El camino de tierra muy maltrecho por el agua que corre como ríos en algunas épocas del año además del paso constante de las camionetas.
En la aldea Masai
Nosotros esperamos mientras aprovechamos para sacar algunas fotos de los pastores de la aldea que se veían a lo lejos y también a sus mujeres e hijitos que nos observaban con curiosidad, la misma que ellos nos provocaban.
Cuando llegó el momento de verlos lucirse frente a nosotras reconocí entre los jóvenes Masai a dos de los muchachos que trabajan en el Leisure Camp. Uno de ellos me había ayudado a llegar hasta mi carpa la noche anterior. Una lesión en la rodilla derecha ocurrida durante el safari de la tarde me hizo imposible pensar siquiera en apoyar el pie y ellos me ayudaron con la mejor disposicion. ¡Qué alivio fue contar con su fuerza y su buena disposición!.

Y empezó la danza ancestral, en ella se despiertan sonidos que imitan el rugido de los leones y los de la naturaleza en la que viven.
Los masai ( también se los llama maasái) viven en asentamientos que llaman manyattas, son círculos de chozas hechas de ramitas y rodeadas por empalizadas (bomas) para encerrar el ganado. Las chozas se construyen con ladrillos preparados a base de bosta, paja y barro para impermeabilizarlos y endurecerlos. Las paredes interiores son alisadas y posteriormente ahumadas. Tienen diminutos tragaluces, pero no ventanas, por los que entra apenas una hendija de luz.
Nos invitaron a pasar a una de esas diminutas chozas que construyen las mujeres cuando un joven de la tribu la elige en matrimonio. La riqueza de ésos hombres es el número de cabezas de ganado que puedan reunir y para poder acceder a casarse deberán ofrecer como dote veinte vacas a su futura mujer. Suelen tener hasta cinco esposas cada una con su propia choza, que visitan con regularidad derramando simiente en todas, por lo que tienen numerosos hijos.
En el interior de las chozas un fuego siempre encendido ahuma invadiendo el pequeño espacio. En un camastro en el suelo sentimos toser a un bebito, la respiración era agitada, sonaba enfermo, no podíamos distinguirlo en la penumbra. Yo no pude aguantar mucho allí adentro así es que salí tan pronto como pude pensando en sus vidas tan distintas de las nuestras... afuera el sol brillaba potente e imaginé los calores del verano en que ésas chozas les seguramente les darán la frescura necesaria.
Las mujeres formando un círculo perfecto en la parte de atrás del caserío, nos esperaban sobre improvisadas mesas exhibiendo sus artesanías, nos arrimamos a cada una lo que resultó una eternidad para mi pierna que me molestaba bastante, para ése entonces me servía del monopie de mi cámara para apoyarme pero me resultó un gran esfuerzo y volví a la camioneta frustrando las expectativas de algunas de venderme sus productos.
Mientras me iba observé que tanto los hombres como las mujeres tenían vistosas dilataciones en las orejas que adornan con maderas y cuentas de colores. Fue una mañana riquísima en impresiones.Nos despedimos de la aldea para volver al campamento. Almorzamos y descansamos por primera vez desde que pisáramos África. Solamente un rato porque nos esperaba otro safari por la tarde.
Ésa tarde queríamos ver un cruce de gnues en el río Mara porque a la mañana siguiente dejaríamos el Leisure Camp para trasladarnos al Karen Blixen's Camp.
Fue emocionante ver a lo lejos recortadas en el horizonte las siluetas de los animales que marchaban en una fila interminable, eran muchísimos, habíamos encontrado a los animales en plena migración. Nos acercamos para observar su marcha, éxodo que se repite todos los años en busca de pastos que puedan alimentarlos en la época seca. Las manadas obedeciendo un mandato ancestral siguen un líder. Galopan en una formación ordenada siguiendo su instinto.
No pudimos verlos cruzar el río infectado de cocodrilos como soñáramos pero el espectáculo que se desarrollaba frente a nosotros era impresionante. Al ver acercarse las camionetas se detuvieron para seguir con el mismo ritmo ni bien nos alejamos un poco.
El día resultó perfecto.

Pudimos mirar durante un rato una leona con tres crías devorando un gnu que seguramente habría casado unas horas antes de que llegáramos y volviendo encontramos una familia de elefantes que resultaron ser el broche perfecto para un día a pleno sol.
Al volver al campamento me esperaba un médico Masai que revisó mi pierna para entonces muy dolorida.
Después de revisarme pude conversar con él un rato y me contó que era el menor de cuarenta hermanos. Fue educado por un sacerdote Franciscano que lo tomó bajo su protección. Formado como médico en Nairobi, ejerce su profesión en el poblado local. Para agregar ingresos para su familia estuvo un tiempo en Estados Unidos aprendiendo a manejar globos aerostáticos. Me fui a dormir después de comer una riquísima comida. Me llevaron alzada a la tienda un par de Masai, no podía apoyar el pie.
Hacia el Karen Blixen's Camp
Nos separaba del próximo campamento poco más de dos horas, éso si lo hubiéramos hecho en línea recta. Pero no era la idea. Después de despedirnos del personal del Leisure Camp salimos a los caminos de tierra para empezar el safari de la mañana. Todo era excitación en las camionetas. Dejamos a nuestra izquierda la aldea Masai que visitamos el día anterior y un rato más tarde pasamos por un pequeño poblado lleno de vida.
Kuri nos explicó que allí se habían instalado grupos de diferentes tribus y que a diferencia del poblado de los Masai dedicado a la cría de hacienda el pequeño poblado tiene comercios y un gran movimiento de gente. Se interesó especialmente en que lo recorriéramos así es que anduvimos un rato por las calles para poder observar la vida de los pobladores que nos miraban a su vez con curiosidad al principio, pero después acostumbrados a nuestra presencia siguieron con sus vidas indiferentes a nuestro entusiasmo.

En los espacios abiertos veíamos a los pastores cuidando su hacienda. El paisaje de la sabana se iba trasformando a medida que avanzábamos y dejábamos los rebaños atrás.
Subíamos suavemente cuando empezamos a aparecer rocas mezcladas entre la tierra y a lo lejos en las inmensas planicies la vegetación se veía más abundante. Cada tanto encontramos manadas de elefantes y familias de jirafas que se movían mansamente buscando su alimento. Fue muy interesante observar el cambio en el paisaje.
El fresco de la mañana se fue entibiando con el correr de las horas.
Dejábamos atrás un campamento para conocer otra región de las tierras de los Masai, íbamos avanzando entre las mansas manadas por caminos trazados por el ir y venir de las camionetas.
Nunca dejaron de llamarnos la atención las altivas acacias, con su sombra que invita en las horas en que el calor se hace más intenso.
Poco a poco vamos comprendiendo mejor el ciclo de la vida que se hace evidente a cada paso.
Una osamenta que ha sido alimento de los grandes felinos primero, dejó comida para las hienas que vienen detrás y finalmente los pájaros carroñeros terminan la tarea amontonándose sobre los últimos restos de carne.
Ya va siendo hora de llegar, nos esperan a almorzar y ahora andamos por un monte tupido donde los elefantes han pasado buscando alimento, las ramas rotas lo delatan.
Al acercarnos al campamento empezamos a ver nuevamente pastores... hemos entrado a las áreas dedicadas a engordar sus animales.
Los masai viven del pastoreo y han resistido a los intentos de los gobiernos de Kenia y Tanzania de hacerles adoptar una forma de vida más asentada. Han reclamado su derecho al pastoreo en muchos de los parques nacionales de ambos países. Debido a las influencias del mundo exterior es cada vez más difícil para ellos mantener la forma de vida tradicional del pastoreo (wikipedia).
En el Karen Blixen's Camp
Llegamos a tiempo para almorzar, en la gran carpa que es comedor y un gran lugar de estar. La mesa estaba tendida para nosotras.
Frente a la gran tienda el río Mara hace una curva que deja ver con intensidad su potencia y su caudal.

En una playa de roca en la margen de enfrente un grupo de gacelas toma agua, entre los matorrales se distingue un grupo de mandriles y en el río varios hipopótamos parecen querer darnos una bienvenida triunfal. Las anfitrionas se acercan a nosotras para hacernos sentir en casa. Después nos llevarán a la tienda que nos han adjudicado. Hay varios pasajeros en el campamento terminando su almuerzo. El día es una gloria. Ya disfrutamos la mañana de viaje, ahora tenemos una tarde por delante para conocer el lugar y hacer un nuevo safari con un guía local, William. La comida es deliciosa y la atención sigue siendo de una cordialidad que no deja de sorprendernos. Enseguida de almorzar dejamos nuestro equipaje a la tienda. El río Mara corre enfrente...
La gacela Thompson, tiene el dorso de color marrón dorado y las partes inferiores blancas. Tanto los machos como las hembras tienen cuernos curvados en forma de S, con protuberancias a modo de anillos. Se alimentan en praderas abiertas.
Las gacelas Thompson empiezan a reproducirse a los dos años de edad. Las hembras suelen tener dos crías cada año, aproximadamente con seis meses de diferencia. Es una de las más comunes y uno de los principales pilares del sustento de depredadores como el leopardo y el guepardo.
Cuando llegó el momento de verlos lucirse frente a nosotras reconocí entre los jóvenes Masai a dos de los muchachos que trabajan en el Leisure Camp. Uno de ellos me había ayudado a llegar hasta mi carpa la noche anterior. Una lesión en la rodilla derecha ocurrida durante el safari de la tarde me hizo imposible pensar siquiera en apoyar el pie y ellos me ayudaron con la mejor disposicion. ¡Qué alivio fue contar con su fuerza y su buena disposición!.

Y empezó la danza ancestral, en ella se despiertan sonidos que imitan el rugido de los leones y los de la naturaleza en la que viven.
Los masai ( también se los llama maasái) viven en asentamientos que llaman manyattas, son círculos de chozas hechas de ramitas y rodeadas por empalizadas (bomas) para encerrar el ganado. Las chozas se construyen con ladrillos preparados a base de bosta, paja y barro para impermeabilizarlos y endurecerlos. Las paredes interiores son alisadas y posteriormente ahumadas. Tienen diminutos tragaluces, pero no ventanas, por los que entra apenas una hendija de luz.
Nos invitaron a pasar a una de esas diminutas chozas que construyen las mujeres cuando un joven de la tribu la elige en matrimonio. La riqueza de ésos hombres es el número de cabezas de ganado que puedan reunir y para poder acceder a casarse deberán ofrecer como dote veinte vacas a su futura mujer. Suelen tener hasta cinco esposas cada una con su propia choza, que visitan con regularidad derramando simiente en todas, por lo que tienen numerosos hijos.
En el interior de las chozas un fuego siempre encendido ahuma invadiendo el pequeño espacio. En un camastro en el suelo sentimos toser a un bebito, la respiración era agitada, sonaba enfermo, no podíamos distinguirlo en la penumbra. Yo no pude aguantar mucho allí adentro así es que salí tan pronto como pude pensando en sus vidas tan distintas de las nuestras... afuera el sol brillaba potente e imaginé los calores del verano en que ésas chozas les seguramente les darán la frescura necesaria.
| Fotografió Manuela Moyano |
Mientras me iba observé que tanto los hombres como las mujeres tenían vistosas dilataciones en las orejas que adornan con maderas y cuentas de colores. Fue una mañana riquísima en impresiones.Nos despedimos de la aldea para volver al campamento. Almorzamos y descansamos por primera vez desde que pisáramos África. Solamente un rato porque nos esperaba otro safari por la tarde.
Ésa tarde queríamos ver un cruce de gnues en el río Mara porque a la mañana siguiente dejaríamos el Leisure Camp para trasladarnos al Karen Blixen's Camp.
Fue emocionante ver a lo lejos recortadas en el horizonte las siluetas de los animales que marchaban en una fila interminable, eran muchísimos, habíamos encontrado a los animales en plena migración. Nos acercamos para observar su marcha, éxodo que se repite todos los años en busca de pastos que puedan alimentarlos en la época seca. Las manadas obedeciendo un mandato ancestral siguen un líder. Galopan en una formación ordenada siguiendo su instinto.
No pudimos verlos cruzar el río infectado de cocodrilos como soñáramos pero el espectáculo que se desarrollaba frente a nosotros era impresionante. Al ver acercarse las camionetas se detuvieron para seguir con el mismo ritmo ni bien nos alejamos un poco.
El día resultó perfecto.

Pudimos mirar durante un rato una leona con tres crías devorando un gnu que seguramente habría casado unas horas antes de que llegáramos y volviendo encontramos una familia de elefantes que resultaron ser el broche perfecto para un día a pleno sol.
Al volver al campamento me esperaba un médico Masai que revisó mi pierna para entonces muy dolorida.
Después de revisarme pude conversar con él un rato y me contó que era el menor de cuarenta hermanos. Fue educado por un sacerdote Franciscano que lo tomó bajo su protección. Formado como médico en Nairobi, ejerce su profesión en el poblado local. Para agregar ingresos para su familia estuvo un tiempo en Estados Unidos aprendiendo a manejar globos aerostáticos. Me fui a dormir después de comer una riquísima comida. Me llevaron alzada a la tienda un par de Masai, no podía apoyar el pie.
Hacia el Karen Blixen's Camp
Nos separaba del próximo campamento poco más de dos horas, éso si lo hubiéramos hecho en línea recta. Pero no era la idea. Después de despedirnos del personal del Leisure Camp salimos a los caminos de tierra para empezar el safari de la mañana. Todo era excitación en las camionetas. Dejamos a nuestra izquierda la aldea Masai que visitamos el día anterior y un rato más tarde pasamos por un pequeño poblado lleno de vida.
Kuri nos explicó que allí se habían instalado grupos de diferentes tribus y que a diferencia del poblado de los Masai dedicado a la cría de hacienda el pequeño poblado tiene comercios y un gran movimiento de gente. Se interesó especialmente en que lo recorriéramos así es que anduvimos un rato por las calles para poder observar la vida de los pobladores que nos miraban a su vez con curiosidad al principio, pero después acostumbrados a nuestra presencia siguieron con sus vidas indiferentes a nuestro entusiasmo.
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| En el pequeño poblado |

En los espacios abiertos veíamos a los pastores cuidando su hacienda. El paisaje de la sabana se iba trasformando a medida que avanzábamos y dejábamos los rebaños atrás.
Subíamos suavemente cuando empezamos a aparecer rocas mezcladas entre la tierra y a lo lejos en las inmensas planicies la vegetación se veía más abundante. Cada tanto encontramos manadas de elefantes y familias de jirafas que se movían mansamente buscando su alimento. Fue muy interesante observar el cambio en el paisaje.
El fresco de la mañana se fue entibiando con el correr de las horas.
Dejábamos atrás un campamento para conocer otra región de las tierras de los Masai, íbamos avanzando entre las mansas manadas por caminos trazados por el ir y venir de las camionetas.
Nunca dejaron de llamarnos la atención las altivas acacias, con su sombra que invita en las horas en que el calor se hace más intenso.
Poco a poco vamos comprendiendo mejor el ciclo de la vida que se hace evidente a cada paso.
Una osamenta que ha sido alimento de los grandes felinos primero, dejó comida para las hienas que vienen detrás y finalmente los pájaros carroñeros terminan la tarea amontonándose sobre los últimos restos de carne.
Ya va siendo hora de llegar, nos esperan a almorzar y ahora andamos por un monte tupido donde los elefantes han pasado buscando alimento, las ramas rotas lo delatan.
Al acercarnos al campamento empezamos a ver nuevamente pastores... hemos entrado a las áreas dedicadas a engordar sus animales.
Los masai viven del pastoreo y han resistido a los intentos de los gobiernos de Kenia y Tanzania de hacerles adoptar una forma de vida más asentada. Han reclamado su derecho al pastoreo en muchos de los parques nacionales de ambos países. Debido a las influencias del mundo exterior es cada vez más difícil para ellos mantener la forma de vida tradicional del pastoreo (wikipedia).
En el Karen Blixen's Camp
Llegamos a tiempo para almorzar, en la gran carpa que es comedor y un gran lugar de estar. La mesa estaba tendida para nosotras.
Frente a la gran tienda el río Mara hace una curva que deja ver con intensidad su potencia y su caudal.

En una playa de roca en la margen de enfrente un grupo de gacelas toma agua, entre los matorrales se distingue un grupo de mandriles y en el río varios hipopótamos parecen querer darnos una bienvenida triunfal. Las anfitrionas se acercan a nosotras para hacernos sentir en casa. Después nos llevarán a la tienda que nos han adjudicado. Hay varios pasajeros en el campamento terminando su almuerzo. El día es una gloria. Ya disfrutamos la mañana de viaje, ahora tenemos una tarde por delante para conocer el lugar y hacer un nuevo safari con un guía local, William. La comida es deliciosa y la atención sigue siendo de una cordialidad que no deja de sorprendernos. Enseguida de almorzar dejamos nuestro equipaje a la tienda. El río Mara corre enfrente...
La gacela Thompson, tiene el dorso de color marrón dorado y las partes inferiores blancas. Tanto los machos como las hembras tienen cuernos curvados en forma de S, con protuberancias a modo de anillos. Se alimentan en praderas abiertas.
Las gacelas Thompson empiezan a reproducirse a los dos años de edad. Las hembras suelen tener dos crías cada año, aproximadamente con seis meses de diferencia. Es una de las más comunes y uno de los principales pilares del sustento de depredadores como el leopardo y el guepardo.
| Nuestra carpa una belleza |
Fue un placer el poder dejar todo en las tiendas, tan cómodas, amplias y sobre todo con la increíble vista del río en el frente. Los sillones eran una invitación a pasar un rato allí... pero teníamos un safari por delante así es que el descanso duró un ratito nomas para volver a salir acompañadas de nuestros guías al que se sumaba William.
Nos entusiasmos al ver cada manada y decidíamos entre todas el lugar donde parar un momento para poder fotografiarlas mejor. Disfrutábamos sabiendo que volveríamos a nuestra realidad muy pronto, cuando como un hechizo se rompe, pero éso sucedería al dejar África, en ése momento ésa era nuestra realidad y no queríamos perdernos nada.

Dos jirafas jóvenes madres con sus crías se dejaron ver en un claro. Su andar es una belleza, tan largas y graciosas con sus inmensos ojos negros, su descomunal altura. Se fueron metiendo entre los arbustos para ramonear. Las seguimos hasta que el monte las hizo desaparecer de nuestra vista.
La tarde iba cayendo y en la recorrida encontramos un grupo de leonas jóvenes con crías de corta edad. El macho descansaba cerca. No parecíamos incomodarlos mientras nos deleitábamos mirando sus juegos.

Pero el premio mayor llegaría al final de la tarde cuando nos avisaron que cerca de donde nos encontrábamos un leopardo había llamado la atención de los guías que se dieron el aviso. Debajo de una vieja acacia descansaba el animal. Pudimos observarlo durante un largo rato, el silencio reinaba alrededor nuestro aunque se habían juntado varias camionetas, imposible no estar allí... cuando dio por terminado el espectáculo que nos había regalado trepó el árbol para recostarse en una rama alta, ya no podíamos alcanzar a verlo por la oscuridad, la tarde caía a ojos vista. Volvimos al campamento con la sensación del deber cumplido y dispuestas a conversar sobre el fabuloso día que acababa de terminar.
Último día en la sabana
Desayunamos debajo del árbol grande frente al agua. Los hipopótamos retozaban en el río oscuro y las gacelas se habían acercado a tomar agua. El programa del día estaba por empezar, las camionetas dispuestas.
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| Pastor al costado del camino |
Algunos se dejan fotografiar a cambio de unos schillings pero no es lo más frecuente.
Las visitas a sus aldeas nos permiten tomarles fotos ya que tienen todo muy organizado. Ésa mañana Virginia acordó nuestra visita con el jefe y un rato más tarde entrábamos a la aldea.
La temperatura era ideal, las familias sentadas abajo de los árboles descansaban. Algunas de las mujeres mayores trabajaban haciendo collares de cuentas de colores y las más jóvenes disponían todo en la improvisada feria de artesanías que luego visitaríamos. Ya familiarizadas con las actividades que íbamos a ver un rato más tarde, aprovechamos para dar una vuelta por el lugar y conversar con quien estuviera dispuesto. Los jóvenes se entienden todos en inglés, no es así de fácil hacerlo con los mayores ni con los alegres chiquitos que hablan swahili.
Pensaba en su dieta de leche mezclada con sangre de vaca cuando miraba a algunos que se veían tan bien alimentados. Un padre orgulloso con su hijito sonreía sin parar divertido con las gracias infantiles.
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| Los jóvenes guerreros |
Detrás de ellos sus hijitos daban saltitos imitando a sus jóvenes padres. El ciclo de la vida también se cumple en las pequeñas rutinas cotidianas en ésta parte del mundo
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| La joven madre |
Cantamos Febo asoma... allí, en el país donde Febo es implacable . Nos aplaudieron a rabiar entre divertidas y confundidas... ni nosotros imaginamos éste final.
Después llegó el momento de visitar una choza que ésta vez elegí evitar sabiendo la humareda que nos esperaba en el interior. No era falta de interés y espero que no lo hayan pensado.
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| En la Manyatta |
Allí estaba la otra cara de África que todas deseábamos ver. Los maestros nos esperaban para mostrarnos la construcción flamante donde un grupo de chiquitos de impecables uniformes aprenden a leer y escribir.
En medio del patio una gran acacia dominaba todo con su sombra contundente. Aprovechando la sombra generosa los alumnitos almorzaban. Varios sentados en las rocas estaban acompañados por sus madres jovencísimas.
Sandra entretuvo durante un rato a los chicos haciéndolos cantar y reír a mares. Son tremendamente cordiales y les gustó nuestra visita así es que un enjambre de cabecitas color chocolate saltaban y se reían alrededor suyo. Era la hora del recreo así es que no había problema.
Visitamos las aulas antes de partir, aunque reinaba la más absoluta austeridad todo era perfecto allí. Sobre todo la buena disposición de los maestros y el orgullo de llevar adelante la tarea de educar.
No recordaba en ése momento que estábamos en un mundo musulmán así es que me sorprendió ésta belleza con su velo que contrastaba con su piel morena. Tan seria y tan entregada a mi pedido de dejarme tomarle ésta imagen. Seguimos un rato más en la escuela, hasta que llegó para los chiquitos el momento de volver a las aulas. Entonces ellos salieron como mariposas volando mientras nosotras remontábamos la pequeña cuesta entre rocas para volver a las camionetas.
Y fuimos volviendo al campamento entre arbustos y rebaños.
Había llegado el momento de dar vuelta ésta página para entrar a otra etapa del viaje así es que cuando después de almorzar propusimos un nuevo safari todas prefirieron quedarse a disfrutar de la paz y la belleza del lodge, también era hora de mandar noticias a Buenos Aires y allí la conección a internet era buena.
Otro almuerzo magnífico, nunca había imaginado los manjares que nos servirían en medio del Masai Mara.
A la mañana siguiente nos tomamos tiempo para llegar a la pista donde nos buscaría el avión para llevarnos a Nairobi. Estaba muy cerca del Karen Blixen's Camp pero había todavía mucho para ver... así es que para un trayecto de apenas veinte minutos nos tomamos un par de horas.
Había llegado el momento de despedirnos de Dennis, el guía que fuera durante la estadía en la sabana, de una camioneta a otra desviviéndose por enseñarnos todo lo que sabía de sus tierras. De Kuri, el chofer que nos llevó traqueteando con su Land Rover por los zigzagueantes caminos de tierra. De Maira el chofer de la otra camioneta con el que cada tanto tuve oportunidad de conversar.
No volveríamos a ver ésos rostros que se habían hecho tan familiares para todas nosotras. Era tiempo de despedida.
| Camioneta completa! Grace Breton, Kuri, Manuela Moyano, Luisa Achával, Vera Grotewolt, yo y Ale Cristiani sacando la foto |
Kenya. En la Isla Lamu
Acabamos de dejar atrás un fragmento de nuestra vida escrito en el Masai Mara.
Los choferes y Dennis nos saludan con la mano desde la pista de tierra, ahora no los distingo, el pequeño avión va tomando altura.
Las manadas de animales pastorean la yerma sabana, inmensa. Desde el cielo parece vacía pero yo sé que late allí abajo la vida en su plenitud. Al subir las manyattas se observan como círculos casi perfectos del mismo color de la tierra con la que construyen las chozas, los cercos, los corrales.
Todas las fantasías que traje desde casa a éste pedacito de África se hicieron realidad y ahora al verla desde el aire recuerdo caras, sonrisas, manos, olores. Ropajes colorados, collares de cuentas de mil colores, cordialidad, amor a la tierra. Es suya, ésta tierra es de los Masai, me voy diciendo mientras insisto en hacer un ejercicio de memoria para escribir en mi libreta de notas todo lo que me ayudará luego a hacer de ésto un relato. Allí leo la escritura de Kuri que agregó con su letra redonda y clara nombres de pájaros, lo hechizan y por éso los conoce y distingue. Acá agregó Dennis unas breves notas para que no me olvide... abajo algunas nubes y la tierra que empieza a verse ahora desde otra perspectiva. Una manyatta sobre un cerro bajo, sin caminos, un grupo aislado de hombres y mujeres a los que la geografía misma mantendrá asilados por... quien sabe cuánto tiempo. Sabrán ellos que su colorida ropa se distingue como puntitos colorados desde acá arriba?, no qué tontería, ellos conocen la tierra que pisan nada más.
Al acercarnos a Nairobi algunas se van despertando, aprovecharon el vuelo para descansar un rato más. Yo no quise irme sin despedirme de cada fragmento de tierra observándolo todo desde éste pájaro gigante que nos lleva.
Al llegar otra vez la cordial Elvira está allí, en el hall del aeropuerto con todo nuestro equipaje, el que llevaremos a Lamu. Enseguida todas las valijas se desparraman sobre el piso y las chicas sacan y ponen la ropa necesaria para la vida de playa que nos espera al llegar a la isla. Una vez terminado el ejercicio volaremos.
El médico que Elvira llamó para controlar mi rodilla está allí esperándome. No me dice nada diferente, la pierna está fría y no parece que hubiera demasiado líquido presionando, seguir con las muletas, ponerme una pomada similar a la que me diera el Daktari en el Leisure Camp y a pensar en otra cosa y echarse a andar que todavía queda mucho por ver. Gracias doctor de piel oscura y dientes blanquísimos. Gracias por dejar a mi alma tirar para adelante sin miedos.
Volamos a cierta altura hacia la costa, primero sobre Nairobi en el que reconocemos algunas zonas. La inmensa villa chapa contra chapa contra chapa y vidas que nunca conoceremos. Se deja atrás el caserío y vamos hacia el mar.
No sé cuanto rato volamos. Dejé de escribir para dedicarme a ver lo novedoso del paisaje y mis primeras impresiones del lugar al que íbamos llegando fueron de un verdor sorprendente, humedales en medio de una arboleda baja y de formas redondeadas. Allá abajo la pista, la tierra colorada y árboles de formas singulares y el mar.
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| Isla Manda |
Ni bien hubimos bajado se acercaron solícitos un grupo de hombres. Estábamos ahora entre swahilis, una mezcla de razas producida por invasiones extranjeras desde tiempo inmemorial. Árabes, portugueses, ingleses, aportaron rasgos, religión, costumbres a los habitantes de ésta isla. La que pisábamos es la isla Manda, donde iríamos, en la costa de enfrente una más pequeña, Lamu. Manos de color que se afanan en ayudar, por algunos shillings que recibirán a cambio. Uno muy simpático se ha hecho cargo de mi mochila de fotografía, la que yo no puedo cargar.- Give it to me mama! I help you- me dice y se hace cargo caminando al lado mío.
Después al bote, amplio, rústico. Y el botero un chico al que nunca le preguntamos el nombre...
Los dhow y sus velas triangulares, el agua azul y allá lejos el caserío blanco, árabe, dichosos árabes, toda la belleza que han llevado en sus conquistas. Una mano desconocida nos saluda desde el muelle.
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| La playa de Banana House |
Nos hemos ido haciendo amigas a medida que los días corren. En Buenos Aires nos habíamos visto poco, ahora descubríamos todo ésto juntas.
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| Ups, hay que mojarse los pies! |
En tierra de Swahilis

En la costa vimos los primeros burritos de los que tanto había escuchado hablar a Paula y a Lucía. Nunca me dijeron que fueran tantos!. Y cómo van de cargados los pobrecitos. Pero sucede que no hay otro modo de cargar las cosas en las estrechas calles de Lamu. No hay más que cuatro autos en toda la isla y tampoco hay bicicletas, por éso burritos, a trabajar se ha dicho. Y ellos obedientes cargan todo sobre sus peludas espaldas.
El nombre Swahili deriva de la palabra árabe Swahili, plural de Sahel que quiere decir costa. Algunos musulmanes africanos de la costa keniata son conocidos por pueblos vecinos o por sí mismos como Swahilis aunque tienen como lengua materna idiomas diferentes al shwahili.
La mayoría de los árabes de Kenya habla Swahili como lengua materna . Los habitantes de las zonas costeras de Kenya, Tanzanía, y Mozambique comparten historia, idioma y tradiciones culturales que algunos estudiosos del Swahili consideran anteriones al siglo primero, fecha en la que se data el relato que un viajero griego anónimo, autor de El Periplo por el Mar de Eritrea, en el que se escribe sobre un lugar en África oriental que los árabes frecuentaban para comerciar.
Hacia el siglo VIII, grupos de comerciantes árabes se establecen de forma permanente en determinados puntos de la costa africana del Océano Indico, mezclándose con la población bantú autóctona, aunque se cree que había alguna de estas comunidades anteriores a la llegada del Islam. Vivían en ciudades-estados dependientes del Sultán de Omán, y más tarde, del sultán independiente de Zanzibar. Wikipedia.
Abajo quedó la playa mientras caminamos a la hostería "Banana House" donde nos pasaríamos los próximos días.
La construcción de influencia mora está llena de santa ritas de todos colores, palmeras y una infinidad de plantas tropicales. Dejamos los zapatos en la entrada para no llevar el arena que traíamos de las callecitas angostas del poblado. El barrio donde está emplazada la hostería se llama Shela y es el más distinguido.
No bien dejamos el equipaje nos fueron acompañando a los cuartos que adjudicaron por sorteo. Virginia y yo tenemos un lindo cuarto desde donde se ve la pileta. La tarde era una gloria. No teníamos ya tiempo para visitar nada más, así es que decidimos aprovechar el lugar divino al que acabábamos de llegar. Mónica nuestra anfitriona, nos dijo que había ordenado preparar una comida muy rica para ésa primera noche y decidimos que comeríamos en el jardín. Mientras deshacíamos las valijas fuimos viendo tender la colorida mesa, la tarde iba cayendo sobre la isla Lamu.
El desayuno lo tomamos todas juntas en la gran mesa en una de las terrazas. Frutas, jugos, pan tostado y sol, flores, cantos de pájaros desconocidos... África siempre.
| Qué lugar para descansar y contemplar |
Un árbol magnífico y desconocido para mí frente a la gran casa sobre el agua... y el sol, el ruido del agua rozando las aguas mansas del Océano Índico. Llegamos enseguida al pequeño puerto, allí nos esperaba el guía. Caminamos entre los pobladores hacia la plaza cuando empezó a chisperar. Corrimos a refugiarnos en un negocio diminuto de gente amiga de nuestro guía que aprovechó para relatarnos la historia de la plaza, centro álgido de comercio de mercaderías y esclavos. Dos inmensos árboles ofrecieron por un rato protección a varios hombres mayores que se resistieron a dejar el lugar hasta que la lluvia se transformó en diluvio y tuvieron que rendirse. Mientras tanto algunas de las chicas fueron a ver tiendas distantes apenas unos metros y aparecieron con impermeables relucientes, me plegué a la compra y un rato más tarde cuando la lluvia amainó empezamos la recorrida del lugar.
Lamu es una auténtica reliquia de la cultura Swahili y la ciudad más antigua de Kenya. Parece milagroso que haya conservado los edificios de piedra crolina y mezquitas de más de 600 años de antiguedad que dan a la isla un aire romántico y medioeval. En sus estrechas callejuelas se mantiene viva la huella de los navegantes árabes, persas, chinos, hindúes, portugueses y los traficantes de esclavos que durane siglos la frecuentaron. Es gracias a esta mezcla de culturas que Lamu tiene una extraordinaria personalidad solo comparable, según comentan, a la de su vecina Zanzíbar en el litoral de Tanzania.
En este laberinto de calles estrechas y oscuras están los comercios, los cafés, las mezquitas, las escuelas y los mercaditos al aire libre. Como en cualquier bazar, los olores de las especias embriagan los sentidos; huele a clavo, curry y cardamomo. Una gran plazoleta a los pies del fuerte rodeada de frondosos árboles es, como hace siglos, el corazón de la ciudad. Los ancianos sentados en bancos de piedra juegan con pasión al dominó y los vendedores extienden sus mercancías en el suelo.
Caminamos por sus callecitas mientras todavía llovía. Cada vez que nos deteníamos a observar un mundo extraordinario nos sorprendía, allí en Lamu, donde el tiempo transcurre sin apuro.
El escritor Javier Reverte en su libro El sueño de África decía que "Lamu ofrece viva y en la calle, su alma swahili en estado puro, en la realidad de una sociedad integrada y segura de sí" y allí estaban... el carácter de un pueblo forjado por los siglos y nosotros observando ése mundo lleno de historia y de magia.
Decir que recorrimos el pueblito suena a broma cuando la realidad es que fuimos pasando de una tienda a otra cuando el aguacero paraba. A la hora de almorzar encontramos un lugar maravilloso propiedad de una canadiense un poquito excéntrica que nos recibió muy bien. Nos sugirió visitar su negocio cuando termináramos de comer cosa que hicimos. El lugar tenía un encanto, una gracia y tantas cosas lindas que fue difícil salir sin un paquete en la mano. Después llegó el momento de volver. A la noche estábamos invitadas a una fiesta de despedida y no queríamos perderla por nada del mundo.
Decir que recorrimos el pueblito suena a broma cuando la realidad es que fuimos pasando de una tienda a otra cuando el aguacero paraba. A la hora de almorzar encontramos un lugar maravilloso propiedad de una canadiense un poquito excéntrica que nos recibió muy bien. Nos sugirió visitar su negocio cuando termináramos de comer cosa que hicimos. El lugar tenía un encanto, una gracia y tantas cosas lindas que fue difícil salir sin un paquete en la mano. Después llegó el momento de volver. A la noche estábamos invitadas a una fiesta de despedida y no queríamos perderla por nada del mundo.

Solamente Vera eligió dormir ésa noche, las demás estuvimos en la fiesta ni bien nos hubimos dado
un baño. Las demás bajamos encantadas al salón abierto al jardín donde se había reunido gente de todas las razas que charlaban animadamente cuando llegamos.
Habían almohadones dispuestos alrededor del salón pero estaban ya ocupados así es que entramos directamente a la pista, yo con muletas en mano dispuestas todas a pasarlo de lo mejor.
Jamás una fiesta termina tan tarde como en nuestro país! así es que después de bailar y divertirnos
nos fuimos a dormir. Cómo nos reímos ésa noche.
Para la mañana siguiente teníamos planeado visitar las ruinas de la isla Manda y allá fuimos. La navegación fue muy placentera, íbamos dejando atrás Lamu mientras nos adentrábamos en el océano Índico. A estribor pudimos ver la cantera de la que se extraen los ladrillos de coral con que se construye aquí. Se podía ver de lejos el pequeño caserío.
A babor iban quedando atrás las casas que los europeos han empezado a construir y que van formando un conjunto armonioso.
A la mañana siguiente se habían dado las condiciones para navegar hacia la isla de Manda a visitar las ruinas de Takwa.
Navegamos durante un rato por las aguas mansas, a estribor se veía desde el dhow la cantera de coral de la que se sacan los ladrillos con los que se construye en las islas. Se veía actividad a ésa hora de la mañana, durante el viaje nos cruzamos con barcos cargados de ladrillos rectangulares, algunos con tanto peso que el agua llegaba hasta la línea de flotación. E íbamos yendo...
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| Cantera de coral |
Metí la mano en el agua disfrutando de su tibiez. El sol suave pero insistente había empezado a cambiar el color de nuestra piel. El aire era una caricia.
Repletos nuestros sentidos de sensaciones agradables nos dejamos llevar en silencio escuchando solamente el sonido de la embarcación rozando el agua clara.
Habíamos esperado un día de mar creciente para llegar a la isla, recién entendimos el porqué cuando todavía en medio del estrecho canal el dhow se detuvo y uno de los marinero se tiró al agua y nadó alejándose un poco para volver con un bote que nos acercaría a la tierra.
Los últimos metros antes de tocar tierra firme caminamos sobre la arena blanduzca de la costa.
Una corta caminata y llegamos al poblado. Después un ratito de sombra porque para ésa hora el sol pegaba fuerte.
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| Te saludo honrando tu belleza, sos el primer baobab que vi en mi vida |
Allí nos esperaba el guía, un joven swahili que nos explicó brevemente la historia del lugar que visitaríamos. Confieso que se me cayó la pera cuando tuve por delante por primera vez en mi vida un baobab de tamaño colosal. Qué maravilla de la naturaleza puede ser un coloso como ése mi Dios... tan singular su estructura, tan distinta de los árboles que conozco. Vos el único árbol en el asteroide en el que habita El Principito.
Confieso que en mi ignorancia del lugar donde crecen los imaginaba en la sabana...
Así empezamos la recorrida por el lugar.
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| Nosotras y el baobab gigantesco |
Desde que habíamos salido horas atrás al mar me entusiasmó la idea de nadar en el Océno Índico y aunque ninguna de nosotras había llevado traje de baño varias se sumaron a mi propuesta así es que un rato más tarde aprovechando una zona de aguas poco profundas nos zambullimos y nadamos enloquecidas de felicidad con la ropa que llevábamos puesta. Hacía mucho calor así es que subimos empapadas y radiantes de felicidad y nos fuimos secando con el suave sol del mediodía.
Navegamos de vuelta en un paisaje que ya nos era familiar cruzándonos con otros barcos que navegaban también hacia Lamu con su cargamento de ladrillos de coral.
A nuestra derecha vimos por última vez la cantera de coral en plena actividad, a nuestra izquierda las grandes casas construídas sobre la costa. Frente a nosotras descansaba plácidamente el caserío vecino a Banana House, volvíamos a casa llenas de novedades.

Los días fueron intensos y llenos de novedades, volvimos otra vez a Lamu buscando robarle el alma, las callecitas, su gente, los burritos y su carga demasiado pesada para su diminuto tamaño.
Por las mañanas el movimiento en la costa nos entretenía y observábamos todo con curiosidad sabiendo que estábamos muy lejos de casa y que África pronto sería un recuerdo... tuve la sensación de disfrutar intensamente de cada momento único. Se avecinaba el cumpleaños de Graciela Breton y con él los preparativos de un asado en la costa, no nos faltaba nada, cada día repleto de sensaciones y emociones renovadas, cada día de una intensidad tremenda.
Cuántos rostros que no volveríamos a ver. La camaradería del grupo, las risas, los comentarios. Fuimos aprendiendo a conocernos con el correr de los días y podíamos anticipar qué le llamaría la atención a cada una de nosotras. Vivimos en ésos días en medio de una cultura que recién entonces empezábamos a conocer y que con el correr de los días nos resultaría indispensable seguir descubriendo. Bantúes con el agregado de la sangre que aportaran árabes y portugueses dando origen a un nuevo grupo étnico, los swahili. Allí estaban, con sus pieles morenas y sus enormes ojos negros mirándonos con curiosidad.El término bantú se refiere a cualquier individuo perteneciente a los más de 400 grupos étnicos de pueblos melanoafricanos que hablan lenguas bantúes que viven al sur de una línea que va desde Duala, Camerún hasta la desembocadura del Yuba, Somalía.
Su gran extensión en África y la gran cantidad de hablantes se debe a un proceso históricamente conocido como expansión bantú iniciado hacia el 500 d. C. donde pueblos que hablaban lenguas bantúes equipados de armas de hierro se impusieron fácilmente a otros pueblos tecnológicamente menos organizados. El proceso de expansión y migración hacia el sur se extendió durante más de mil años y convirtió a las lenguas bantúes en uno de los grupos más numerosos de África.
Fiesta en la playa
Cuando bajamos preparadas a partir al festejo el dhow engalanado estaba en la orilla,La tripulación completa esperaba nuestra llegada esperando nuestra reacción al ver los cabos de la embarcación adornados de Santaritas rosadas. La agasajada no cabía en sí de emoción. Fuimos ocupando nuestros lugares mirando el cielo que parecía más azul que nunca mientras la tarde caía en Shela. Navegamos durante un rato que resultó corto, tal era la belleza que nos rodeaba y la sensación de que el viaje iba tocando a su fin. Al llegar a la playa la fogata ya estaba enciendida y nos sentamos en rueda a ver ponerse el sol. Como es habitual en la cultura swahili nos lavamos las manos para comer con los dedos las delicias que habían dispuesto en la gran estera. Unas lámparas nos ayudaban a vislumbrar apenas los manjares que habían preparado por nosotros.
El viaje iba tocando a su fin, todas compartimos la sensación de que no debíamos perder un segundo sin ver lo poco que nos faltaba recorrer de la isla así es que algunas hicieron un reconocimiento de Shela despues de un almuerzo en un bolichito sobre el agua.
Yo intenté si éxito una caminata pero me rendí y contraté un bote que nos llevó a Vera y a mí donde las demás ya habían llegado a pie por la orilla. El lugar era divino. El mar de una temperatura agradable así es que apenas unos minutos después nos bañábamos felices.
Los pobladores disfrutaban a la par nuestra, iban y venían a lomo de burro o se metían al mar donde el agua alejaba el calor. Enfrente se veía la playa donde comiéramos la noche anterior. Todo era apacible en ésa parte de la isla. Los pobladores buscaban la sombra para refugiarse del calor de mediodía. Cuando llegó el momento de volver a Banana House el botero, que se había quedado a esperarme nos ayudó a subir. Se subieron con nosotras Graciela Mercado y Pili su hija que ya no tenían tantas ganas de repetir la caminata hasta el hotel. Enfrente el caserío flamante, casas de europeos. Así transcurría nuestro último día en Lamu.

Al llegar a Banana House nos acercamos a la piletita donde flotaban ibiscus de todos colores, a dejar el arena que traíamos en los pies, poco a poco íbamos borrando los rastros que la tierra africana dejara en nosotras. Pero no bastaría para arrancarnos África del alma.
Al despedirnos por la mañana de los que nos atendieron tan cordialmente se presentaron todos juntos ante nuestro asombro. Es extraño ver y volver a ver ésos rostros que dejaron una huella en nosotras con su alegría y su sencillez preparándonos manjares cada día y atendiendo nuestra mesa siempre con una sonrisa. Adiós Lamu me decía mientras tomaba la imágen disimulando las lágrimas...
Después ya en el bote nos saludamos hasta siempre... entonces volvimos a ver por última vez las casas que ya nos resultaban familiares, los burritos llevando sus pesadas cargas y los dhow de velas triangulares con su carga de coral.
En Nairobi
Antes de pegar la vuelta a Buenos Aires hicimos pie en Nairobi donde planeábamos pasar ésa tarde y la mañana siguiente. Una corta caminata de reconocimiento en los alrededores del hotel buscando un mercado que resultó un fiasco.
Comimos en Carnivore, un restaurante en el que se sirve todo tipo de carnes y allí experimentamos los sabores más variados de animales de caza. Me gustó el cocodrilo, el chancho salvaje, ni el camello ni el avestruz. Pasé de largo la carne de vaca y cordero por razones obvias. Lo cierto es que pasamos un muy buen rato todas juntas riéndonos a mares y en franco plan de despedida.
Llegar al hotel ésa tarde había sido una pesadilla de automóviles pero a ésa hora de la noche el viaje al hotel resultó un paseo mirando las afueras de la ciudad con luces mortecinas.
| En Carnivore un poco sorprendidas con la variedad de carnes |
El desayuno fue pantagruélico pero poco lo aprovechamos porque la boutique del hotel resultó más que tentadora y teníamos los minutos contados para visitar durante la mañana varios sitios de interés.
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| La casa de Karen Blixen |
Ni bien hubimos cargado todo en las camionetas partimos hacia la casa de Karen Blixen que a todas nos provocaba una enorme curiosidad después de haber visto "Out of África" más de una vez enamoradas de la historia de amor de la autora y un cazador blanco que terminó con la muerte de él en un accidente aéreo. Recorrimos con una guía no demasiado simpática los sitios donde la extraordinaria mujer pasara muchos años, recuperado su patrimonio en muebles y adornos luego de la filmación de la película que despertó un amor por su imágen hasta entonces nulo.
La austeridad de los cuartos de un refinamiento impecable nos hicieron viajar en el tiempo con la imaginación y varias nos prometimos releer su historia al regreso a casa.
Todavía quedaba por visitar el orfanato de elefantitos y allá fuimos sorprendiéndonos con la dedicación y el amor de los cuidadores, cada uno a cargo de los huérfanos que deja aún hoy la matanza de los fantásticos paquidermos para sacarle el marfil.
Muchos han visto matar a sus madres y llegan muy asustados pero la gente que los cuidará se los va ganando cada día para finalmente ya criados devolverlos a su habitat, la sabana.
Fue delicioso verlos llegar al encuentro de sus cuidadores para recibir sus enormes mamaderas y un buen baño refrescante. Duran muy poco tiempo limpios porque su intinto los lleva a tirarse tierra que evitará que sean picados por alimañas cuando vuelvan a su vida salvaje.
Además de los elefantitos tenían en recuperación un rinoceronte blanco al que pudieron salvar de los cazadores que pretendían sacarle su preciado cuerno con el que producen un polvo que los asiáticos creen tiene propiedades afrodisíacas. Lo devolverán a la selva una vez reestablecido.
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| Nunca falta alguien desaprensivo que entretiene a los visitantes alimentando a las jirafas |
Nuestro día concluiría luego de visitar una reserva de jirafas en vías de extinción. Tuvimos tiempo de visitar el moderno observatorio donde puede vérselas viviendo una apacible vida y multiplicándose bajo la supervisión de un equipo de veterinarios y personal entrenados para lograr que su especie no desaparezca.
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| En Nairobi camino al aeropuerto |
El relato suena maratónico sin embargo los tiempos fueron perfectos así es que cuando llegamos al aeropuerto para embarcarnos hacia Johanesburg para hacer escala habíamos podido ver todo sin apuro y volvíamos a nuestras casas con la sensación de haber conocido una fracción de la fantástica tierra africana y su gente.
Los aeropuertos no tienen atractivo alguno y no merecen una línea, solamente me resta decir que tuvimos que dormir en Johanesburg donde no se puede ni soñar en salir del hotel. De cualquier modo ya estábamos volviendo... nada nos interesaba ya porque volvíamos con el alma repleta de tanto visto y vivido que nos tomará todavía un buen rato terminar de entender que tuviemos el lujo de conocer de África, una fracción apenas de la mágica y extraordinaria Kenya.
Y agradezco a Dios cada día por éso.



































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